Félix Grande |
Queridísimos amigos:
Estos días han sacudido nuestro corazón con la pérdida de algunas grandes voces de la lírica. Ahora tenemos que hablar de Félix Grande, extraordinario representante de la poesía, a caballo entre la Generación de los 50 y los novísimos, su voz es alta, pura, apasionada, ora doliente y desgarrada, ora sedosa y cristalina, como los matices de la vida, así sus versos cargados de belleza y transidos de luz.
Félix Grande con sus amigos: los libros |
Nuestro poeta nacido en 1937, nos dejó el 30 de enero de 2014. Entre sus muchos reconocimientos se encuentran: el Premio Alcaraván (1962), el Premio Adonais de Poesía por Las piedras (1963), Premio Guipúzcoa por Música amenazada (1965), Premio Edugenio d´Ors por la novela corta Las calles (1965), Premio Gabriel Miró (1966), Premio Casa de las Américas por Blanco Spirituals, Premio Nacional de Poesía por Las rubáiyatas de Horacio Martín (1978), Premio Nacional de Flamencología (1980), Premio Nacional de las Letras Españolas (2004), Premio Quijote a la Creación Literaria (2007).
Félix Grande en una entrañable escena |
Poeta, querido, queridísimo, nos dejas solos, muy solos, amparados por tus escritos, tus versos, los rasgueos de la guitarra flamenca que tanto amabas y nosotros, pobres, pobres, recordamos aquella estrofa de Miguel Hernández en su Elegía a Federico García Lorca:
"Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos."
Vaya, pues, nuestro pequeño homenaje a la memoria de ese gran poeta, de esa persona excepcional y maravillosa que fue y sigue siendo Félix Grande, como su propio apellido explica, porque Félix Grande se creció ante la adversidad, nunca supo juzgar, sino procurar la verdad, clamar ante la injusticia, los falsos rumores, la desinformación. Como hizo en su defensa de Luis Rosales en su ensayo "La calumnia" de 1987.
Refugiémonos en algunos de sus magníficos poemas, que a nadie pueden dejar indiferente.
Elogio de lo irreparable
Sé involuntaria. Sé febril. Olvida
sobre la cama hasta tu propio idioma.
No pidas. No preguntes. Arrebata y exige.
Sé una perra. Sé una alimaña.
Resuella, busca, abrasa, brama, gime.
Atérrate, mete la mano en el abismo.
Remueve tu deseo como una herida fresca.
Piensa o musita o grita: «¡Venganza!»
Sé una perdida, mi amor, una perdida.
En el amor no existe
lo verdadero sin lo irreparable.
Karol Bak |
Elogio de las bestias
¿Sabías que hay bestias mansas y leales
que cuando pierden su pareja
husmean el viento con hocico furioso
atacan braman reflexionan
se niegan a comer y giran y enloquecen?
Sergey Reznichenko |
Dame un ungüento de carne, loba
La prisa despareja con que miro tu piel
la premura apretada con que altero tu cuerpo
y este desasosiego en que empapo mi lengua
para hablarle a tu carne y lamer a tu voz
son como ávidas gotas de estaño compasivo
que busca aminorar las grietas de la muerte
La planta de la edad nos chupa nuestros días
abriéndose como una flor negra, abominable
y en este esplendor de hoy se oculta la simiente
de una desposesión calcinada y perversa
como la del desierto. En el calcio del tacto
hay una lenta caries que nos invade desde
el fin aterrador del tiempo y de la vida
Presuroso y perdido unto en mí tu persona
y soy un bulto de hombre y de loco y de perro
que corre por tu cuerpo y a la vez por un túnel
despavoridamente lamiendo en las tinieblas.
Dan Voinea |
Lo fugitivo
Mi recién conocida Loba
no nos pidamos groseras garantías.
Que dure un día un año un mes
es lateral en el amor
que se acabe es su precio
que duela luego es su victoria
Seamos servidores del amor
y jamás sus contables
cierto que viene para irse
como nosotros
como nosotros...
Dan Voinea |
Casida de la alta madrugada
Cuando te acuerdes de mi cuerpo
y no puedas dormir
y te levantes medio desnuda
y camines a tientas por tus habitaciones
borracha de estupor y de rabia
en algún lugar de la Tierra
yo andaré insomne por algún pasillo
careciendo de ti toda la noche
oyéndote ulular muy lejos y escribiendo
estos versos degenerados.
Sergey Reznichenko |
AMADA
Amada, sólo un tema me queda hoy en la vida:
tú eres mi tema, tú eres mi asunto solitario;
en mi espalda te llevo igual que un dromedario
en el desierto lleva su gran agua escondida;
igual que el dromedario cruza los arenales
una vez y otra vez sin salir del desierto,
con su estéril nostalgia de valle, hasta que es muerto
sobre los arenales, sobre los arenales;
igual que el dromedario yo soporto las cargas
con mi paso cansino de soledad, las llevo
sobre mí por arenas persistentes y largas;
y, como el dromedario, avaricioso, traje
mi cántaro de agua, y te bebo y te bebo
sin otro dios que tú mientras dura el viaje.
Sergey Reznichenko |
Un beso, queridos amigos, os espero en este humilde homenaje.
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