jueves, 16 de abril de 2020

LUIS SEPÚLVEDA, SE NOS FUE EL MAESTRO


Queridos amigos:

Se nos ha ido Luis Sepúlveda, un grande, un genio, un escritor comprometido, una fuerza arrolladora en la creación literaria.
El golpe nos sacude a traición, con dolor, con llanto, con incomprensión.

Cómo resuenan tus creaciones en nuestro ánimo al pronunciar tu nombre.



EL PAÍS

No quisiera darle espacio a las lamentaciones, sino a tus palabras. 
A tus palabras.

Que este espacio sea un homenaje a tu magistral creación desde el respeto, admiración y cariño más profundos. Que la tierra te sea leve, genio.

Empecemos con Un viejo que leía novelas de amor. Esta novela, publicada en 1989 le aportó fama mundial. La escribió basándose en su experiencia tras su convivencia con los indios shuar. Y, si la hemos leído, difícilmente, podremos olvidar nunca a la tigrilla protagonista.





Disfrutemos de algunos fragmentos de esta extraordinaria novela:

 "Antonio José Bolívar Proaño se incorporó lentamente. Se acercó al animal muerto y se estremeció al ver que la doble carga la había destrozado. El pecho era un cardenal gigantesco y por la espalda asomaban restos de tripas ypulmones deshechos.



Achilles Droungas



Era más grande de lo que había pensado al verla por primera vez. Flaca y todo, era un animal soberbio, hermoso, una obra maestra de gallardía imposible de reproducir ni con el pensamiento. El viejo la acarició, ignorando el dolor del pie herido, y lloró avergonzado, sintiéndose indigno, envilecido, en ningún caso vencedor de esa batalla. Con los ojos nublados de lágrimas y lluvia, empujó el cuerpo del animal hasta la orilla del río, y las aguas se lo llevaron selva adentro, hasta losterritorios jamás profanados por el hombre blanco, hasta el encuentro con el Amazonas, hacia los rápidos donde sería destrozado por puñales de piedra, a salvo para siempre de las indignas alimañas.


Achilles Droungas









En seguida arrojó con furia la escopeta y la vio hundirse sin gloria. Bestia de metal indeseada por todas las criaturas. Antonio José Bolívar Proaño se quitó la dentadura postiza, la guardó envuelta en el pañuelo y, sin dejar de maldecir al gringo inaugurador de la tragedia, al alcalde, a los buscadores de oro, a todos los que emputecían la virginidad de su amazonia, cortó de un machetazo una gruesa rama, y apoyado en ella se echó a andar en pos de El Idilio, de su choza, y de sus novelas que hablaban del amor con palabras tan hermosas que a veces le hacían olvidar la barbarie humana."


Nicoletta Tomas


 En este otro fragmento viajamos a Venecia, gracias a nuestro querido Antonio José Bolívar Proaño:



Elvio Mainardi


"Su compañero de vigilia lo miraba, perplejo, recorrer con la lupa los signos ordenados en el libro.

—¿Verdad que sabes leer, compadre?

-Algo.

—¿Y qué estás leyendo?

—Una novela. Pero quédate callado. Si hablas se mueve la llama, y a mí se me mueven las letras.


 
Nicoletta Tomas




El otro se alejó para no estorbar, mas era tal la atención que el viejodispensaba al libro, que no soportó quedar al margen.

—¿De qué trata?

—Del amor. 





Tatyana Ilieva


Ante la respuesta del viejo, el otro se acercó con renovado interés.

—No jodas. ¿Con hembras ricas, calentonas?



 
Sergey Reznichenko



El viejo cerró de sopetón el libro haciendo vacilar la llama de la lámpara.

—No. Se trata del otro amor. Del que duele. 


 
Santiago Carbonell




El hombre se sintió decepcionado. Encogió los hombros y se alejó. Con ostentación se echó un largo trago, encendió un cigarro y comenzó a afilar la hoja del machete. Pasada la piedra, escupía sobre el metal, repasaba y medía el filo con la yema de un dedo.



Sergey Reznichenko



El viejo seguía en lo suyo, sin dejarse importunar por el ruido áspero de la piedra contra el acero, musitando palabras como si rezara. 

 
Marco Ortolan



—Anda, lee un poquito más alto.

—¿En serio? ¿Te interesa?

—Vaya que sí. Una vez fui al cine, en Loja, y vi una película mexicana, de amor. Para qué le cuento, compadre. La de lágrimas que solté. 




Santiago Carbonell




—Entonces, tengo que leerte desde el comienzo, para que sepas quiénes son los buenos y quiénes los malos. 




Nicoletta Tomas



Antonio José Bolívar regresó a la primera página del libro. La había leído varias veces y se la sabía de memoria. 




Santiago Carbonell


«Paul la besó ardorosamente en tanto el gondolero, cómplice de las aventuras de su amigo, simulaba mirar en otra dirección, y la góndola, provista de mullidos cojines, se deslizaba apaciblemente por los canales venecianos. » 



Marco Ortolan


—No tan rápido, compadre—dijo una voz.

El viejo levantó la vista. Lo rodeaban los tres hombres. El alcalde reposaba alejado, tendido sobre un hato de costales.

—Hay palabras que no conozco —señaló el que había hablado.

—¿Tú las entiendes todas? —preguntó otro. 




Vladimir Makeyev


El viejo se entregó entonces a una explicación, a su manera, de los términos desconocidos. Lo de gondolero, góndola, y aquello de besar ardorosamente quedó semiaclarado tras un par de horas de intercambio de opiniones salpicadas de anécdotas picantes. 



Marco Ortolan



Pero el misterio de una ciudad en la que las gentes precisaban de botes para moverse no lo entendían de ninguna manera.

—Vaya uno a saber si no tendrán mucha lluvia.

—O ríos que se salen de madre. 





Marco Ortolan


—Han de vivir más mojados que nosotros. 


—Imagínese. Uno se echa sus tragos, se le ocurre salir a desaguar fuera de casa, ¿y qué ve? A los vecinos mirándolo con caras de pescado. Los hombres reían, fumaban, bebían. El alcalde se revolvió molesto en su lecho.

—Para que sepan, Venecia es una ciudad construida en una laguna. Y está en Italia —bramó desde su rincón de insomne.

—¡Vaya! O sea que las casas flotan como balsas —acotó uno.

—Si es así, entonces, ¿para qué los botes? Pueden viajar con las casas, como barcos —opinó otro. 



Marco Ortolan




—¡Siserán cojudos! Son casas firmes. Hay hasta palacios, catedrales, castillos, puentes, calles para la gente. Todos los edificios tienen cimientos depiedra —declaró el gordo.

—¿Y cómo lo sabe? ¿Ha estado allá? —preguntó el viejo.





Nikolay Reznichenko


—No. Pero soy instruido. Por algo soy alcalde. La explicación del gordo complicaba las cosas.

—Si lo he entendido bien, excelencia, esa gente tiene piedras que flotan, como las piedras pómez han de ser, pero, así y todo, si uno construye una casa con piedras pómez no flota, no señor. Seguro que le meten tablones por debajo. 




Marco Ortolan



El alcalde se agarró la cabeza con las manos.

—¡Si serán cojudos! ¡Ay, si serán cojudos! Piensen lo que quieran. A ustedes se les ha contagiado la mentalidad selvática. A ustedes no los saca ni Cristo de sus cojudeces. Ah, una cosa: la van a cortar con eso de llamarme excelencia. Desde que escucharon al dentista se agarraron de la palabrita.

—¿Y cómo quiere que lo llamemos? Al juez hay que decirle usía; al cura, eminencia, y a usted tenemos que llamarlo de alguna manera, excelencia."




Marco Ortolan


Y, es que, cómo nos vamos a sustraer a la belleza de estas obras que amamos junto con nuestro encantador aliado Antonio José Bolívar Proaño:

"Fueron cinco meses durante los cuales formó y pulió sus preferencias de lector, al mismo tiempo que se llenaba de dudas y respuestas. 

 
Sergey Rezchinenko




Al revisar los textos de geometría se preguntaba si verdaderamente valía la pena saber leer, y de esos libros guardó una frase larga que soltaba en los momentos de mal humor: «La hipotenusa es el lado opuesto al ángulo recto en un triángulo rectángulo». Frase que más tarde causaba estupor entrelos habitantes de El Idilio, y la recibían como un trabalenguas absurdo o una abjuración incontestable. 







Los textos de historia le parecieron un corolario de mentiras. ¿Cómo era posible que esos señoritos pálidos, con guantes hasta los codos y apretados calzones de funámbulo, fueran capaces de ganar batallas? Bastaba verlos con los bucles bien cuidados, mecidos por el viento, para darse cuenta de que aquellos tipos no eran capaces de matar una mosca. De tal manera que los episodios históricos fueron desechados de sus gustos de lector. 






Edmundo D'Amicis y Corazón lo mantuvieron ocupado casi la mitad de su estadía en El Dorado. Por ahí marcha el asunto. Ese era un libro que se pegaba a las manos y los ojos le hacían quites al cansancio para seguir leyendo,pero tanto va el cántaro al agua que una tarde se dijo que tanto sufrimiento no podía ser posible y tanta mala pata no entraba en un solo cuerpo. Había de ser muy cabrón para deleitarse haciendo sufrir de esa manera a un pobre chico como El Pequeño Lombardo, y, por fin, luego de revisar toda la biblioteca, encontró aquello que realmente deseaba. 






El Rosario, de Florence Barclay, contenía amor, amor por todas partes. Los personajes sufrían y mezclaban la dicha con los padecimientos de una manera tan bella, que la lupa se le empañaba de lágrimas. 





La maestra, no del todo conforme con sus preferencias de lector, le permitió llevarse el libro, y con él regresó a El Idilio para leerlo una y cien veces frente a la ventana, tal como se disponía a hacerlo ahora con las novelas que le trajera el dentista, libros que esperaban insinuantes y horizontales sobre la altamesa, ajenos al vistazo desordenado a un pasado sobre el que Antonio José Bolívar Proaño prefería no pensar, dejando los pozos de la memoria abiertos para llenarlos con las dichas y los tormentos de amores más prolongados que el tiempo."


A continuación, puedes disfrutar de esta excelente versión cinematográfica de la novela, dirigida por Rolf de Heer






Conozcamos, a continuación, otra maravillosa obra, de lectura juvenil, para jóvenes de 8 a 88 años, como la definió el propio autor:


Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar

 
Alex Carter




¿Puede un gato comprometerse y dar su palabra a una gaviota de que criara al polluelo que va a eclosionar sin su mamá?

No puede ser más emotiva y comprometida con la vida, con la naturaleza, con la candidez de la infancia, de los sentimientos nobles y la sabiduría de los animales y del propio planeta Tierra nuestra casa que estamos destrozando.








"Muchas veces, desde la altura vio cómo grandes barcos petroleros aprovechaban los días de niebla costera para alejarse mar adentro a lavar sus tanques. Arrojaban al mar miles de litros de una sustanciaespesa y pestilente que era arrastrada por las olas. Pero también vioque a veces unas pequeñas embarcaciones se acercaban a los barcos petroleros y les impedían el vaciado de los tanques. Por desgracia aquellas naves adornadas con los colores del arco iris no llegaban siempre a tiempo a impedir el envenenamiento de los mares.

Kengah pasó las horas más largas de su vida posada sobre el agua, preguntándose aterrada si acaso le esperaba la más terrible de las muertes; peor que ser devorada por un pez, peor que sufrir la angustia de la asfixia, era morir de hambre.



Herbert James Draper


Desesperada ante la idea de una muerte lenta, se agitó entera ycon asombro comprobó que el petróleo no le había pegado las alas alcuerpo. Tenía las plumas impregnadas de aquella sustancia espesa, pero por lo menos podía extenderlas.

—Tal vez tenga todavía una posibilidad de salir de aquí y, quiénsabe si volando alto, muy alto, el sol derretirá el petróleo —graznó Kengah. 




Jacob Peeter Gowy


 
Hasta su memoria acudió una historia escuchada a una vieja gaviota de las islas Frisias que hablaba de un humano llamado Icaro, quien para cumplir con el sueño de volar se había confeccionado alascon plumas de águila, y había volado, alto, hasta muy cerca del sol, tanto que su calor derritió la cera con que había pegado las plumas y cayó.
Kengah batió enérgicamente las alas, encogió las patas, se elevóun par de palmos y se fue de bruces al agua. Antes de intentarlonuevamente sumergió el cuerpo y movió las alas bajo el agua. Esta vez se elevó más de un metro antes de caer.



William Blake

El maldito petróleo le pegaba las plumas de la rabadilla, de tal manera que no conseguía timonear el ascenso. Una vez más sesumergió y con el pico tiró de la capa de inmundicia que le cubría la cola. Soportó el dolor de las plumas arrancadas, hasta que finalmente comprobó que su parte trasera estaba un poco menos sucia."


También podéis disfrutar de esta historia a través de la película de dibujos animados:







Esto es solo, queridos amigos, una pequeña muestra de la hondura genial de nuestro autor querido.

Os invitamos a que os suméis al homenaje que desde el cepa Rosalía de Castro le dedicamos a un genio literario que nos ha sido arrebatado. Nuestro dolor y nuestro amor vaya en esta humilde entrada, dedicada con todo el cariño al hombre comprometido, viajero y al autor, cuyas letras nunca se desligaron de su mirada fraternal al ser humano, a los olvidados, a los desprotegidos y a la naturaleza.

Hasta siempre, hermano querido, que la tierra te sea leve.

Nuestras lágrimas.

Hecho con Padlet

MUCHÍSIMAS GRACIAS A LAS MARAVILLOSAS PERSONAS QUE HAN COLABORADO EN ESTE PROYECTO DE HOMENAJE.

...



4 comentarios:

  1. Hola Elena, es difícil escoger las palabras adecuadas en momentos como este, momentos de dolor y pérdidas, y más aún cuando es alguien tan valioso quien nos deja. Yo no tenía la suerte de conocer a Luis Sepúlveda, ya sabes que mis conocimientos literarios hasta hace no mucho, eran más bien escasos. Como ya te dije un día, solo mueren aquellos que son olvidados y este no es el caso, he aquí un inmortal.
    Ayer leí "Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar" me a parecido una historia maravillosa, brillante, hermosa, y creo que me ha hecho comprender que tipo de persona era Luis Sepúlveda y cuanto será echado de menos. Por mi parte y tras esta lectura, he adquirido conmigo mismo el compromiso de continuar leyendo sus obras pues estoy convencido de que no solo voy a disfrutar haciéndolo, sino que además aprenderé a ser mejor persona.
    Gracias de nuevo Elena, por seguir descubriéndome escritores, poetas, autores, personas...como esta.
    Para despedirme, te dejo un pequeño fragmento del libro "Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar". Un abrazo.

    —¡Vuela! —maulló Zorbas estirando una pata y tocándola apenas.
    Afortunada desapareció de su vista, y el humano y el gato
    temieron lo peor. Había caído como una piedra. Con la respiración en
    suspenso asomaron las cabezas por encima de la baranda, y
    entonces la vieron, batiendo las alas, sobrevolando el parque de
    estacionamiento, y luego siguieron su vuelo hasta la altura, hasta
    más allá de la veleta de oro que coronaba la singular belleza de San
    Miguel.
    Afortunada volaba solitaria en la noche hamburgueña. Se alejaba
    batiendo enérgica las alas hasta elevarse sobre las grúas del puerto,
    sobre los mástiles de los barcos, y enseguida regresaba planeando,
    girando una y otra vez en torno al campanario de la iglesia
    —¡Vuelo! ¡Zorbas! ¡Puedo volar! —graznaba eufórica desde la
    vastedad del cielo gris.
    El humano acarició el lomo del gato.
    —Bueno, gato, lo hemos conseguido —dijo suspirando.
    —Sí, al borde del vacío comprendió lo más importante —maulló
    Zorbas.
    —¿Ah, sí? ¿Y qué es lo que comprendió? —preguntó el humano.
    —Que sólo vuela el que se atreve a hacerlo —maulló Zorbas.
    —Supongo que ahora te estorba mi compañía. Te espero abajo —
    se despidió el humano.
    Zorbas permaneció allí contemplándola, hasta que no supo si
    fueron las gotas de lluvia o las lágrimas las que empañaron sus ojos
    amarillos de gato grande, negro y gordo, de gato bueno, de gato
    noble, de gato de puerto.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Querido Jose:

      El privilegio ha sido mío por poder compartir el gusto por estudiar, por leer, por comentar. Sin duda, he sido yo la privilegiada por aprender tantas lecciones en las clases y tantos matices en las reflexiones y no digamos en los comentarios de texto.

      Bueno, muchas gracias, amigo, por tus bonitas palabras, y sí ahora nos sentimos un poco huérfanos, muy desvalidos, dolientes. Este escritor es de los que ha mostrado al mundo un corazón tan noble como el de Zorbas.
      Esta novela tan cándida pero a la vez tan profunda y preciosista, que por cierto, suena tan bonita en tu lectura es inolvidable.
      Pero, sí, yo también, sé que disfrutarás enormemente con otros textos del querido maestro. Y, por supuesto, mi primera remendación va a ser: Un viejo que leía novelas de amor. Así que, para ti, por tu cariño, tu interés, tu generosidad y tu maestría, este fragmento de la mencionada novela:

      "—Mira. Con todo el lío del muerto casi lo olvido. Te traje dos libros.Al viejo se le encendieron los ojos.—¿De amor?El dentista asintió.Antonio José Bolívar Proaño leía novelas de amor, y en cada uno de susviajes el dentista le proveía de lectura.—¿Son tristes? —preguntaba el viejo.—Para llorar a mares —aseguraba el dentista.—¿Con gentes que se aman de veras?—Como nadie ha amado jamás.—¿Sufren mucho?—Casi no pude soportarlo —respondía el dentista.Pero el doctor Rubicundo Loachamín no leía las novelas.Cuando el viejo le pidió el favor de traerle lectura, indicando muyclaramente sus preferencias, sufrimientos, amores desdichados y finales felices,el dentista sintió que se enfrentaba a un encargo difícil de cumplir.Pensaba en que haría el ridículo entrando a una librería de Guayaquil para pedir: «Deme una novela bien triste, con mucho sufrimiento a causa del amor, y con final feliz». Lo tomarían..."

      Qué belleza, ¿verdad? Y qué dolor esta pérdida, pero aquí está nuestro refugio. Regresemos pues, a "El Idilio", allí nos esperan todas nuestras necesarias novelas de amor.

      Muchas gracias, amigo, por ser como eres. Un abrazo.


      Eliminar
  2. Nunca se irá, como todos los grandes es eterno. Sus obras son la mejor herencia que podemos recibir. Como dijo un hombre sabio " Para las mentes bien organizadas,la muerte es la siguiente gran aventura."

    Rocío 1D

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Querida Rocío:

      Qué maravilloso es siempre escucharte o leerte. Sí, un hombre lúcido, de los que provocan los grandes cambios en el alma humana. Y lo hizo a través de sus escritos de los que podemos disfrutar, nos ha dejado bien arropados el maestro.

      Pues para ti, por tu afán de estudio, por tu gusto por la lectura, te dedico este fragmentito de Un viejo que leía novelas de amor, y dice así:

      "Luego de comer los sabrosos camarones, el viejo limpió prolijamente su
      placa dental y la guardó envuelta en el pañuelo. Acto seguido, despejó la mesa, arrojó los restos de comida por la ventana, abrió una botella de Frontera y se decidió por una de las novelas.
      Lo rodeaba la lluvia por todas partes y el día le entregaba una intimidad inigualable.
      La novela empezaba bien.
      «Paul la besó ardorosamente en tanto el gondolero, cómplice de las aventuras de su amigo, simulaba mirar en otra dirección, y la góndola, provista de mullidos cojines, se deslizaba apaciblemente por los canales venecianos. »
      Leyó el pasaje varias veces, en voz alta.
      ¿Qué dem onios serían las góndolas?
      Se deslizaban por los canales. Debía tratarse de botes o canoas, y, en
      cuanto a Paul, quedaba claro que no se trataba de un tipo decente, ya que besaba «ardorosamente» a la niña en presencia de un amigo, y cómplice por añadidura.
      Le gustó el comienzo.
      Le pareció muy acertado que el autor definiera a los malos con claridad desde el principio. De esa manera se evitaban complicaciones y simpatías inmerecidas.
      Y en cuanto a besar, ¿cómo decía? «Ardorosamente. » ¿Cómo diablos se haría eso?"

      ¿A qué con estas labras se nos olvida el resto del mundo? Grande el escritor que crea una realidad tan palpable como lo es la exterior a las páginas.

      Muchas gracias, querida Roci, estoy segura de que disfrutarás muchísimo leyendo a nuestro autor, que sigue en el corazón con nosotros. Un abrazo.

      Eliminar

Tu comentario nos enriquecerá