Me complace compartir con vosotros la noticia de la concesión del Premio Nobel de Literatura en el 2015 a Svetlana Alexievich.
La escritora, novelista y periodista bielorrusa, recoge en sus obras la crónica cruenta de la República de Belarús (Bielorrusia) y de la que fue la antigua Unión Soviética.
Svetlana Alexievich |
Svetlana nació en la Ucrania soviética pero pronto su familia se estableció en Bielorrusia. Allí estudió periodismo, en la Universidad de Minsk. Una vez licenciada inició su carrera profesional como profesora de historia y de alemán, dedicándose en seguida al periodismo.
Apadrinada literariamente por el escritor bielorruso Alés Adamóvich, comenzó su personalísimo estilo literario con la novela
La guerra no tiene rostro femenino (1983), en él aúna la narrativa a la crónica periodística, llegando a formar un collage, que recoge testimonios de las distintas vivencias que ella anota como entrevistas, transformada en reportera-novelista mientras viajaba por toda la Federación rusa. Novela que nos ofrece en primera persona las experiencias de mujeres rusas durante la segunda guerra mundial. Precisamente su adaptación dramatizada y representación teatral en Moscú en 1985 fue un punto fundamental de aperturismo, de la Glásnov iniciada por Mihail Gorvachov.
Periodista y escritora, Alexiévich ha retratado en lengua rusa la odisea, el drama humano, el sufrimiento que utiliza el testimonio descarnado de la primera persona o del monólogo. Así, con una técnica original, utilizando a veces, inclusi, voces, a modo de coro griego, relata Svetlana, diversos acontecimientos del ser humano durante nuestra historia coetánea: la segunda guerra mundial, la guerra de Afganistán, la caída de la Unión soviética o la explosión de Chernóbil.
Con su crítica directa se enfrentó al régimen autoritario y a la censura de presidente de Bielorrusia: Alexander Lukashenko, de modo que abandonó Bielorrusia en el 2000, viviendo en París, Gotenburgo y Berlín. En 2011 volvió a Minsk.
Conozcamos ya a esta valentísima escritora, de la mano de sus descarnadas palabras, de sus maravillosas novelas y rindámosle el homenaje que merece la periodista y la narradora.
¡Enhorabuena Svetlana! Tu testimonio literario ha contribuido a liberar el sufrimiento de muchas personas. Gracias por tu profundo compromiso. Leámos ya algunos fragmentos de sus novelas:
Tigran Tsitoghdzyan |
La guerra no tiene rostro femenino (1983)
Anya Grubina. Doce años. Ahora es artista. Vive en Minsk.
Soy una niña de Leningrado. Nuestro papá murió durante el bloqueo. Mamá nos salvó a los niños. [...]
Richard Morin |
Slavik nació en 1941. ¿Qué edad tenía cuando comenzó el bloqueo? Seis meses, solo seis meses. Ella nos salvó al enano y a los otros tres. Pero perdimos a papi. En Leningrado los papás de todos se morían primero; pero las mamás quedaban, probablemente no les permitían morir. ¿Con quién nos dejarían?
Panayiotis Beldekos |
Pero los padres nos dejaban con las madres. De Leningrado nos llevaron a los Urales, a la ciudad de Karpinsk. Se llevaron a toda nuestra escuela. En Karpinsk corrimos al parque de inmediato: no caminamos sino que nos lo comimos... Nos gustó en particular el alerce con sus agujas como plumas... ¡es delicioso! Mordisqueamos los brotes de los pinos pequeños y masticamos el pasto. Desde el bloqueo conocía todos los pastos comestibles; en el parque de Karpinsk había muchos amargos.
De Es Schwertberger |
Era el año 1942, también en los Urales había hambruna. En la casa de los niños todos éramos de Leningrado, y era terriblemente difícil, no nos pudieron alimentar durante largo tiempo.
De Es Schwertberger |
No recuerdo quién fue el primero en la casa de los niños que vio a los alemanes. Cuando vi a mi primer alemán supe de inmediato que era un prisionero, que estaban trabajando fuera del pueblo en las minas de carbón.
De Es Schwertberger |
Hasta el día de hoy no entiendo por qué vinieron a la casa de los niños, por qué a la de los de Leningrado.
Tigran Tsitoghdzyan |
Cuando lo vi, no dijo nada. Acabábamos de terminar el almuerzo, y obviamente yo olía todavía a comida. Se quedó parado cerca de mí, olió el aire y su mandíbula se movió involuntariamente, como si estuviera masticando algo, y trató de agarrarlo con las manos. Trató de parar. Pero se movía y se movía. Yo realmente no soportaba ver a una persona con hambre. No podía mirarlo. Para nosotros, para todos nosotros, era como una enfermedad. Corrí y llamé a las niñas; alguien tenía un pedazo de pan, y se lo dimos.
Graeme Wilcox |
No dijo nada, sólo nos agradeció: "Danke schön. Danke schön". Sabíamos cuando venían, uno o dos. Corríamos con lo que teníamos. Cuando me tocaban las tareas de la cocina, les dejaba mi pedazo de pan del día y a la noche raspaba las ollas. Todas las niñas les dejaban algo, pero no recuerdo si los niños les dejaban algo. Nuestros niños tenían hambre constantemente, la comida nunca les alcanzaba. Las maestras nos reprendieron, porque inclusive las niñas solíamos desmayarnos de hambre, de todos modos dejábamos comida en secreto para esos prisioneros.
Christopher David White |
LOS CHICOS DEL ZINC (1989)
Un día llevamos a una muchachita. Había ido a Minsk a comprar algo de comida para su madre. Tenía una bolsa grande de la que asomaban cabezas de pollo, recuerdo, y una redecilla llena de pan.
Su made la esperaba en el pueblo. O mejor dicho, de pie en la puerta del jardín, llorando.
"¡Mamá!" La niña corrió hacia ella.
"Ay, mi amor. Recibimos una carta. Nuestro Andrei en Afganistán. Ohhh... lo mandan a casa, como hicieron con Ivan Fedorinov. Un muchachito necesita una tumba pequeña, ¿no es así como dicen? Pero mi Andrei era grande como un roble, medía más de seis pies" [...]
Dina Brodsky |
¿De qué habla la gente en este momento, siete años ya en guerra? ¿De qué escriben en los diarios? Sobre nuestro déficit comercial y asuntos geopolíticos como nuestros intereses imperiales y nuestra frontera sur.
Tigran Tsitoghdzyan |
Pero escuchamos los rumores sobre esas cartas que llegan a esos apartamentos mal construidos en los pueblos, y a casitas de campo pintorescas... cartas a las que poco más tarde les siguen los ataúdes de zinc, demasiado grandes para que quepan en esas conejeras que construyeron en la década de 1960. (Las Kruschev, las llaman.)
Tigran Tsitoghdzyan |
Se espera que las madres, postradas de dolor sobre los ataúdes de metal frío, se recompongan y den discursos en sus comunidades, inclusive en las escuelas, para exhortar a que otros muchachos "cumplan con su deber patriótico". Los artículos periodísticos que mencionan las bajas sufren censura sin piedad.
Tigran Tsitoghdzyan |
Quieren que creamos que "un contingente limitado de fuerzas soviéticas ayuda a un pueblo hermano a construir el camino hacia el futuro", que están haciendo un buen trabajo en las kishlaks (la palabra local para pueblos), que nuestros médicos militares ayudan a las mujeres afganas a dar a luz. Mucha gente lo cree. Los soldados de licencia llevan sus guitarras a las escuelas y cantan sobre cosas que deberían hacerlos llorar.
Dina Brodsky |
Tuve una charla extensa con uno de ellos. Intentaba que admitiera lo horrible de la elección: disparar o no disparar. Pero no llegamos a ningún lado: el problema no parecía existir para él. ¿Qué está bien? ¿Qué está mal? ¿Está bien "matar en nombre del socialismo"? Para estos jóvenes los límites de la moral se definen en las órdenes militares que reciben.
Dina Brodsky |
Yur Karyakin escribió en una ocasión: "No deberíamos juzgar la vida de un hombre por su percepción de sí mismo. Esa percepción puede ser trágicamente inadecuada". Y leo algo de Kafka sobre el hombre, irremediablemente perdido dentro de sí.
Pero no quiero escribir sobre la guerra otra vez...
De Es Schwertberger |
VOCES DE CHERNOBIL (1997)
Gottfried Helnwein |
También vinieron otras esposas. Pero no las dejaron entrar.
Estuvieron conmigo sus madres. A las madres sí les dejaban pasar. La de
Volodia Právik no paraba de rogarle a Dios: «Llévame mejor a mí».
El profesor estadounidense, el doctor Gale —fue él quien hizo la operación de trasplante de médula—, me consolaba: hay esperanzas, pocas, pero las hay. ¡Un organismo tan fuerte, un joven tan fuerte! Llamaron a todos sus parientes. Dos hermanas vinieron de Belarús; un hermano, de Leningrado, donde hacía el servicio militar.
La hermana pequeña, Natasha, de catorce años, lloraba mucho y tenía miedo. Pero su médula resultó ser la mejor... [Se queda callada.] Ahora puedo contarlo. Antes no podía. He callado durante diez años... Diez años. [Calla.]
Cuando Vasia se enteró de que le sacarían médula espinal a su hermana menor, se negó en redondo:
—Prefiero morir. No la toquéis; es pequeña.
La mayor, Liuda, tenía veintiocho y además era enfermera, sabía de qué se trataba: «Lo que haga falta para que viva», dijo. Yo vi la operación. Estaban echados el uno junto al otro en dos mesas. En el quirófano había una gran ventana... La operación duró dos horas.
Cuando acabaron, quien se sentía peor era Liuda, más que mi marido; tenía en el pecho dieciocho inyecciones, y le costó mucho salir de la anestesia. Aún sigue enferma, le han dado la invalidez... Había sido una muchacha guapa, fuerte... No se ha casado...
Yo iba corriendo de una sala a otra, de verlo a él a visitarla a ella. Él no se encontraba en una sala normal, sino en una cámara hiperbárica especial, tras una cortina transparente, donde estaba prohibido entrar. Había unos instrumentos especiales para, sin atravesar la cortina, ponerle las inyecciones, meterle los catéteres... Y todo con unas ventosas, con unas tenazas, que yo aprendí a manejar. A extraer de allí... Y llegar hasta él... Junto a su cama había una silla pequeña.
Entonces se empezó a encontrar tan mal que ya no podía separarme de él ni un momento. Me llamaba constantemente: «Liusia, ¿dónde estás? ¡Liusia!». No paraba de llamarme.
Las otras cámaras hiperbáricas en que se encontraban nuestros muchachos las cuidaban unos soldados, porque los sanitarios civiles se negaron a ello, pedían unos trajes aislantes. Los soldados sacaban las cuñas. Limpiaban el suelo; cambiaban las sábanas. Lo hacían todo. ¿De dónde salieron aquellos soldados? No lo pregunté... Solo existía él. Él... Y cada día oía: «Ha muerto...». «Ha muerto...» «Ha muerto Tischura.» «Ha muerto Titenok.» «Ha muerto...» Como martillazos en la sien.
Hacía entre veinticinco y treinta deposiciones al día. Con sangre y mucosidad. La piel se le empezó a resquebrajar por las manos, por los pies. Todo su cuerpo se cubrió de forúnculos. Cuando movía la cabeza sobre la almohada, se le quedaban mechones de pelo. Y todo eso lo sentía tan mío. Tan querido... Y ..
Panayiotis Beldekos |
El profesor estadounidense, el doctor Gale —fue él quien hizo la operación de trasplante de médula—, me consolaba: hay esperanzas, pocas, pero las hay. ¡Un organismo tan fuerte, un joven tan fuerte! Llamaron a todos sus parientes. Dos hermanas vinieron de Belarús; un hermano, de Leningrado, donde hacía el servicio militar.
Gottfried Helnwein |
La hermana pequeña, Natasha, de catorce años, lloraba mucho y tenía miedo. Pero su médula resultó ser la mejor... [Se queda callada.] Ahora puedo contarlo. Antes no podía. He callado durante diez años... Diez años. [Calla.]
Graeme Wilcox |
Cuando Vasia se enteró de que le sacarían médula espinal a su hermana menor, se negó en redondo:
—Prefiero morir. No la toquéis; es pequeña.
Tigran Tsitoghdzyan |
La mayor, Liuda, tenía veintiocho y además era enfermera, sabía de qué se trataba: «Lo que haga falta para que viva», dijo. Yo vi la operación. Estaban echados el uno junto al otro en dos mesas. En el quirófano había una gran ventana... La operación duró dos horas.
Graeme Wilcox |
Cuando acabaron, quien se sentía peor era Liuda, más que mi marido; tenía en el pecho dieciocho inyecciones, y le costó mucho salir de la anestesia. Aún sigue enferma, le han dado la invalidez... Había sido una muchacha guapa, fuerte... No se ha casado...
Graeme Wilcox |
Yo iba corriendo de una sala a otra, de verlo a él a visitarla a ella. Él no se encontraba en una sala normal, sino en una cámara hiperbárica especial, tras una cortina transparente, donde estaba prohibido entrar. Había unos instrumentos especiales para, sin atravesar la cortina, ponerle las inyecciones, meterle los catéteres... Y todo con unas ventosas, con unas tenazas, que yo aprendí a manejar. A extraer de allí... Y llegar hasta él... Junto a su cama había una silla pequeña.
Tigran Tsitoghdzyan |
Entonces se empezó a encontrar tan mal que ya no podía separarme de él ni un momento. Me llamaba constantemente: «Liusia, ¿dónde estás? ¡Liusia!». No paraba de llamarme.
Graeme Wilcox |
Las otras cámaras hiperbáricas en que se encontraban nuestros muchachos las cuidaban unos soldados, porque los sanitarios civiles se negaron a ello, pedían unos trajes aislantes. Los soldados sacaban las cuñas. Limpiaban el suelo; cambiaban las sábanas. Lo hacían todo. ¿De dónde salieron aquellos soldados? No lo pregunté... Solo existía él. Él... Y cada día oía: «Ha muerto...». «Ha muerto...» «Ha muerto Tischura.» «Ha muerto Titenok.» «Ha muerto...» Como martillazos en la sien.
De Es Schwertberger |
Hacía entre veinticinco y treinta deposiciones al día. Con sangre y mucosidad. La piel se le empezó a resquebrajar por las manos, por los pies. Todo su cuerpo se cubrió de forúnculos. Cuando movía la cabeza sobre la almohada, se le quedaban mechones de pelo. Y todo eso lo sentía tan mío. Tan querido... Y ..
Dina Brodsky |
OTRO FRAGMENTO DE:
VOCES DE CHERNOBIL (1997)
El fallecimiento
Una noche estoy sentada a su lado en una silla. A las ocho de la
mañana: "Vasia, salgo un rato. Voy a descansar un poco". Él abre y
cierra los ojos: me deja ir. En cuanto llego al hotel, a mi habitación y
me acuesto en el suelo -no podía echarme en la cama, de tanto que me
dolía todo-, que llega una auxiliar: "¡Ve! ¡Corre a verlo! ¡Te llama sin
parar!". Pero aquella mañana Tania Kibenok me lo había pedido tanto, me
había rogado: "Vamos juntas al cementerio. Sin ti no puedo". Aquella
mañana enterraban a Vitia Kibenok y a Volodia Právik.
De Es Schwertberger |
Era muy amigo de Vitia. Dos familias amigas. Un día antes de la
explosión nos habíamos fotografiado juntos en la residencia. ¡Qué guapos
se veían allí nuestros maridos! Alegres. El último día de nuestra vida
pasada. La época anterior a Chernóbil. ¡Qué felices éramos!
De Es Schwertberger |
Vuelvo del cementerio, llamo a toda prisa a la enfermera: "¿Cómo está?". "Ha muerto hará unos quince minutos". ¿Cómo? Si he pasado toda la noche a su lado.
Nikolai Lagoida |
¡Si sólo me he ausentado tres horas! Estaba junto a la ventana y gritaba: "¿Por qué? ¿Por qué?"
Tigran Tsitoghdzyan |
Miraba al cielo y gritaba. Todo el hotel me oía. Tenían miedo de acercarse a mí. Pero me recobré y me dije: ¡Lo veré por última vez! ¡Lo iré a ver! Bajé rodando las escaleras. Él seguía en la cámara, no se lo habían llevado.
De Es Schwertberger |
Sus últimas palabras fueron: "¡Liusia! ¡Liusia!". "Se acaba de ir.
Ahora mismo vuelve", lo intentó calmar la enfermera. Él suspiró y se
quedó callado.
De Es Schwertberger |
Ya no me separé de él. Fui con él hasta la tumba. Aunque lo que
recuerdo no es el ataúd, sino una bolsa de polietileno. Esa bolsa. En la
morgue me preguntaron: "¿Quiere que le enseñemos cómo lo vamos a
vestir?". "¡Sí, quiero!". Le pusieron el traje de gala, y le colocaron
la visera sobre el pecho. No le pusieron calzado. No encontraron unos
zapatos adecuados, porque se le habían hinchado los pies. En lugar de
pies parecía tener unas bombas. También cortaron el uniforme de gala, no
se lo pudieron poner.
De Es Schwertberger |
El cuerpo deshecho
Tenía el cuerpo entero deshecho. Todo él era una llaga sanguinolenta.
En el hospital los últimos dos días, le levantaba la mano y el hueso se
le movía, el hueso le bailaba, se le había separado la carne. Pedacitos
de pulmón, de hígado le salían por la boca. Se ahogaba con sus propias
vísceras. Me envolvía la mano con una gasa y la introducía en su boca
para sacarle todo aquello de dentro. ¡Esto no se puede contar! ¡Esto no
se puede escribir! ¡Ni siquiera soportar!Todo esto tan querido... Tan
mío. Tan... No le cabía ninguna talla de zapatos. Lo colocaron en el
ataúd descalzo.
Ante mis ojos. Vestido de gala, lo metieron en una bolsa de plástico y
la ataron. Y, ya en esta bolsa, lo colocaron en el ataúd. También el
ataúd, envuelto en otra bolsa. Un celofán transparente, pero grueso,
como un mantel. Y ya todo esto lo introdujeron en un féretro de zinc.
Apenas lograron meterlo dentro. Sólo quedó el gorro encima.
De Es Schwertberger |
Vinieron todos. Sus padres, los míos. Compramos en Moscú pañuelos
negros. Nos recibió la comisión extraordinaria. A todos nos decían lo
mismo: no podemos entregaros los cuerpos de vuestros maridos, no podemos
daros a vuestros hijos, son muy radiactivos y serán enterrados en un
cementerio de Moscú de una manera especial.
De Es Schwertberger |
En unos féretros de zinc
soldados, bajo unas planchas de hormigón. Deben ustedes firmarnos estos
documentos. Necesitamos su consentimiento. Y si alguien, indignado,
quería llevarse el ataúd a casa, lo convencían de que se trataba de unos
héroes, decían, y ya no pertenecen a su familia. Son personas
oficiales. Y pertenecen al Estado.
De Es Schwertberger |
Subimos al autobús. Los parientes y unos militares. Un coronel con
una radio. Por la radio oía: "¡Esperen órdenes! ¡Esperen!". Estuvimos
dando vueltas por Moscú unas dos o tres horas, por la carretera de
circunvalación. Luego regresamos de nuevo a Moscú.
Y por la radio: "No se puede entrar en el cementerio. Lo han rodeado los corresponsales extranjeros. Aguarden otro poco". Los parientes callan. Mamá lleva el pañuelo negro. Yo noto que pierdo el conocimiento.
Jansson Stegner |
Y por la radio: "No se puede entrar en el cementerio. Lo han rodeado los corresponsales extranjeros. Aguarden otro poco". Los parientes callan. Mamá lleva el pañuelo negro. Yo noto que pierdo el conocimiento.
De Es Schwertberger |
Me da un ataque de histeria: "¿Por qué hay que esconder a mi marido?
¿Quién es? ¿Un asesino? ¿Un criminal? ¿Un preso común? ¿A quién
enterramos?". Mamá me dice: "Calma, calma, hija mía". Y me acaricia la
cabeza, me toma de la mano. El coronel informa por la radio: "Solicito
permiso para dirigirme al cementerio. A la esposa le ha dado un ataque
de histeria"...
Traducción de Ricardo San Vicente.
Richard Morin |
BIBLIOGRAFÍA:
-Svetlana Aleksiévich: wikipedia.
-El País cultural.
-Tres libros imprescindibles de Svetlana Alexievich por Gabriela Esquivada.
-El País. Archivo.
De Es Schwertberger |
Amigos, espero que hayáis disfrutado de este viaje de dolor, de compromiso, de valentíay, por supuesto, de literatura. Será muy difícil que Svetlana no viaje ya siempre en nuestro corazón.
Svetlana recibe el Premio Nobel
Aquí os dejo con una entrevista que se le hizo en 2014 en la televisión italiana. Es una pena que no contemos prácticamente con traducciones de sus obras ni con entrevistas con subtítulos al español. De momento procuraremos seguir esta entrevista para conocerla. Esperemos que después de haberse convertirdo en la ganadora del Premio Nobel de Literatura en el 2015 se le dé el sitio que merece y encontremos más oportunidades de disfrutar de sus palabras traducidas.
Hasta pronto, un beso.
...
Querida Elena:
ResponderEliminarAcaso pensaste por un momento que dejaría de comentar en tu maravilloso blog?
que preciosa frase,' La guerra no tiene rostro femenino' y cuanta valentia al enfrentarse a la censura de Lukashenko.
Ella dijo: Vivo con el sentimiento de derrota, de pertenecer a una generación que no supo llevar a cabo sus ideas".,Y creo que esa percepción debe de causarla muchísimo dolor, deberíamos de tomar ejemplo antes de que sea demasiado tarde y ya nos sintamos derrotados del todo.
Nos comentas que no contamos con traductores de sus obras ,increible¡¡.
Como siempre Elena gracias miles por seguir inculcandonos la idea de que la literatura y la filosofía son tan tan importantes para el desarrollo del ser humano,
Los recuerdos de tus clases y las horas de estudio destinadas a ellas van siempre conmigo, fue un privilegio y un placer haber pertenecido a la '''''Gran familia del Rosalia de Castro''''''
Un beso enorme gracias gracias gracias
Marisa
¡Marisa de mi corazón!
EliminarHa sido un milagro encontrarte. ¿Pero tú sabes siquiera lejanamente lo que te puedo eechar de menos? Qué alegría más grande, amiga, tenerte aquí de nuevo, con tu sapientísima mirada, con tu entrega, tu gusto por la lectura, por devorarte los libros y aprender.
Es un milagro, sí, insisto, tú eres un milagro y llegas de la mano de Svetlana, por supuesto, una mujer comprometida y con una capacidad de empatizar con sus semejantes que nos transmite la necesidad de superar la soledad y el sufrimiento en este mundo.
Qué maravillosos los escritos de la Alexievch, duros y tremendos, a veces, como la vida pide que los refleje. Qué sensibilidad, a su vez, en la capacidad creativa, en suferza para expresar el dolor de las voces que no resuenan por el mundo y llaman a una artista como ella.
Pues, para ti, un poema de otra Premio Nobel de Literatura, la polaca Wisława Szymborska, que dice así:
"Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.
Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?
Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
-quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún "lo siento"
o el sonido de "se ha equivocado" en el teléfono-,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.
Se sorprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,
una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,
que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.
Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?
Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.
Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.
Todo principio
no es mas que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad."
Espero y confío contigo en que la literatura de estas mujeres tenga una repercursión mayor, y no estén tan injustamente relegadas a un olvido criminal.
Marisa, repito, ha sido un milagro, tú no te imaginas... Espero que vaya todo bien, ya me contarás de tus estudios, aunque os echamos de menos cuando termináis, es un orgullo saber que continuáis vuestro camino por un sendero feliz y luminoso y además os acordáis de nosotros. Un abrazo inmenso, queridísima amiga.
Querida Elena:
ResponderEliminarGracias miles por este poema de Wisława Szymborska,es maravilloso y te hace temblar de emoción, todos estamos conectados una parte de mi estara siempre en esa silla que ocupe y parte de ti estara siempre en esos cuadernillos que un dia me entregaste de tu mano parte de mis compañeros permaneceran en el aula con sus risas y sus comentarios, es maravilloso¡¡¡¡¡¡¡ es apasionante este poema.
El nuevo curso me quita mucho mucho tiempo para hacer una de las cosa que mas me llenan y es la lectura y poder compartirla contigo, pero como dice ella. Todo principio no es mas que una continuación , esta continuacion mia es austera y fria ,seguro que aprendere mucho de enfermedades y cuidaos, pero estoy segura que de el alma de mi yo del yo de los demas aprendere muy poco, pero no te preocupes mis estudios van como yo y mi memoria ( a ratos).
Quiero compartir contigo un poquito de lectura de otra premio nobel de literatura . Alice Munro
He visto tantas partes del mundo, tantas cosas extrañas y tanto sufrimiento. Mi conclusión ahora es que no se consigue felicidad alguna engañando a la vida. Es solo por medio de la renuncia natural y de la aceptación de la pérdida como nos preparamos para la muerte y como por tanto conseguimos algo de felicidad.” de su libro Lunas de Jupiter,
Intente buscar algún poema suyo pero no soy capaz se que escribio un libro de cuentos y si todo va bien, quiza en las vacaciones de navidad lo lea y te lo comentare.
Como siempre Elena gracias ,por elegir ese modelo de vida eres simplemente magistral
Un beso enorme .
Marisa
Querida Marisa:
EliminarGracias mil veces a ti por tu generosidad, siempre resplandeciente, cuya luz llega hasta la estancia donde te leo y donde vienes a alegrarme la vida y hacerme amar a estas autoras y sus obras como si fuera la primera y la última vez. No se puede sentir más cercana la poesía de la Szymborska, como lo haces tú desde el análisis y la emoción de las experiencias vividas.
No tengo palabras ante la cita que nos traes de Alice Munro, otra grande, a mí también me haces temblar de emoción y procuraré estar a la altura de tu visión y será de la mano de otra de las gigantes, Premio Nobel también de Literatura en 1938, Pearl S. Buck:
"Quería trabajar seriamente. Su exposición había sido muy encomiada. Había vendido doce cuadros y habría podido vender el retrato de Ruth una y otra vez, pero contestaba siempre que no estaba en venta. Sin embargo, sabía que debía venderlo lo antes posible. Mientras lo tuviera, no podría olvidar a Ruth, y había ya decidido que quería olvidarla. El cuadro estaba colgado frente a la puerta de la sala de exposición, y allí iba solo, una y otra vez, para encontrar sus ojos azules que parecían mirarle. En ocasiones se paraba frente al retrato para, según se decía a sí mismo, sopesar la calidad de su arte. Pero cada vez que lo hacía, le parecía que volvía a estar en presencia de Ruth, que sentía el influjo de sufortaleza que iluminaba cuanto se acercaba a ella. Y siempre se marchaba precipitadamente.
«Debo venderlo», se decía; pues sabía que Ruth nunca podría encajar en aquella ciudad, y empezaba a creer que era en Nueva York, precisamente, donde él deseaba vivir.
La exposición seguía y cada día sentía que le era más difícil vender el retrato. Finalmente, en un exceso de celos, se lo llevó de la exposición. Se paraban demasiados hombres a contemplarlo. El director protestó.
—Este cuadro ha sido alabado por todos los críticos. ¡Si hasta ha venido gente especialmente para verlo!
—Por esto me lo llevo —replicó William.
—Está usted más loco que la mayoría de los artistas —replicó el director con acritud."
(De "Retrato de un matrimonio").
Ese retrato parece que brilla tanto como tú, Marisa. Un abrazo enorme, cuídate mucho, piensa que en esa continuación austera y fría quiere comunciarse contigo para que la modeles en la belleza y en la calidez. Eres maravillosa, un beso enorme.
Querida Elena:
ResponderEliminarQue mejor manera que darte las gracias por todo, por tus enseñanzas, por tu animo y comprensión siempre con esa sonrisa que aunque no pueda ver la llevo en mi corazón y mi cerebro grabadas siempre, que mejor modo que compartiendo contigo lo poco que se de el maravilloso mundo de la Literatura.
La Ciudad de las Damas
Es el título del libro que Cristina de Pizán escribió en 1405 para descargar su indignación y rebatir los argumentos de aquellos empeñados en demostrar la naturaleza no moral de las mujeres, en oposición a la de los hombres, y su perversidad intrínseca y corrosiva.La Ciudad de las Damas, poblada de "mujeres de mérito de todos los estados y condiciones", construida por Cristina de Pizán con la ayuda de la Razón, de la Derechura y de la Justicia, es no sólo un espacio metafórico en el cual proteger a las mujeres, sino también un espacio de relaciones regidas por el derecho, es decir un espacio de ciudadanía.
Queria seguir con algun poema de otra premio nobel de literatura como es Gabriela Mistral , pero me tope con Cristina y me apasione, como tu me dices: cada principio no es mas que una continuacion y en este caso sin Cristina no habria habido una Gabriela,
La montaña alta y soberbia que ves levantarse ante ti se llama el Parnaso; otras gentes la denominan igualmente 'Helicón'. La fuente que tiene próxima es aquella cuyo nombre y grandiosidad es célebre: se llama la Fuente de la Sabiduría." (.) "Te voy a decir el nombre de las damas que en ella se bañan y que contemplas con atención: se llaman las nueve Musas. Gobiernan la fuente, que es bella, límpida y sana; allí tienen la santa escuela que da a luz a la gran ciencia"
De su obra el camino del largo estudio.
Y si alguna mujer aprende tanto como para escribir sus pensamientos, que lo haga y que no desprecie el honor sino más bien que lo exhiba, en vez de exhibir ropas finas, collares o anillos. Estas joyas son nuestras porque las usamos, pero el honor de la educación es completamente nuestro. "
Con ella me despido de ti mi querida Elena es un privilegio estar cerquita de ti con ese cafe de por medio.
Un beso
Marisa
Queridísima Marisa:
EliminarTocada, pero no hundida me dejas con estas palabras que tanto bien me hacen y cuya autora, precursora del feminismo, figura literaria y filosófica fundamental en la historia de las Letras deberíamos mostrar con gran orgullo. Otra de las olvidadas, que tú, con tu inteligencia y calidez recoges del camino perdido y traes hacia la luz de nuestras miradas. ¡Menuda labor estás llevando a cabo, querida mía!
Supone una alegría muy grande para mí que expongas tan sabiamente el argumento de algunas de sus obras, que nos hables de "La ciudad de las damas" y sobre todo que nos regales lo que yo llamaría "palabras fundamentales" sobre el honor de la educación.
Es absolutamente necesario que las leamos, Marisa, y lo estamos haciendo, gracias a tu iniciativa.
Me emociona rendir un homenaje a estas olvidadas grandes escritoras, implicadas en la defensa de la dignidad de la mujer. Tomo el testigo hablando de María de Zayas y Sotomayor, novelista del siglo XVII, que así alza su voz, valiente y apasionada:
“Al que leyere: ¿Quién duda, lector mío, que te causará admiración que una mujer tenga despejo no sólo para escribir un libro ... Quién duda digo otra vez, que habrá muchos que atribuyan a locura esta virtuosa osadía de sacar a la luz mis borrones, siendo mujer, que en opinión de algunos necios es lo mismo que una cosa incapaz. Pero cualquiera, como sea no más de buen cortesano, ni lo tendrá por novedad ni lo murmurará por desatino. Porque si esta materia de la que nos componemos los hombres y las mujeres, ya sea una trabazón de fuego y barro, o ya una masa de espíritus y terrones, no tiene mas nobleza en ellos que en nosotras, si es una misma la sangre; los sentidos, las potencias y los órganos por donde se obran sus efectos, son los mismos; la misma alma que en ellos, porque las almas ni son hombres ni mujeres: ¿qué razón hay para que ellos sean sabios y presuman que nosotras no podemos serlo?
Esto no tiene, a mi parecer, más respuesta que su impiedad o tiranía en encerrarnos y no darnos maestros. Y así, la verdadera causa de no ser las mujeres doctas no es defecto del caudal, sino falta de la aplicación. Porque sin en nuestra crianza, como nos ponen el cambray en las almohadillas y los dibujos en el bastidor, nos dieran libros y preceptores, fuéramos tan aptas para los puestos y para las cátedras como los hombres y quizá más agudas, por ser de natural mas frío, por consistir en humedad el entendimiento, como se ve en las respuestas de repente y en los engaños de pensado, que todo lo que se hace con maña, aunque no sea con virtud es ingenio. Y cuando no valga esta razón para vuestro crédito, valga la experiencia de las historias, y veremos por ellas lo que hicieron las mujeres que trataron de buenas letras”.
Marisa, es un honor aprender de tus lecciones y recibir tu cariño. Yo no olvido tu sonrisa, capaz de iluminar una estancia y tu capacidad de interpretación haciendo tuyos los personajes ... Aquellos teatros nuestros...
Un placer, querida. Qué ricas las pastas para el cafe. Besazos.