domingo, 23 de septiembre de 2018

CESARE PAVESE: EL DESCONSUELO

Queridos amigos:

Cesare Pavese (Santo Stefano Belvo, 9 de septiembre de 1908- Turín, 27 de agosto de 1950) traductor, poeta y novelista italiano, fue uno de los fundadores de la prestigiosa editorial Einaudi.

En septiembre de 2018 se cumplen 110 años del nacimiento del gran escritor.

Poeta desgarrado, sufriente, narrador hipersensible, original, detallista, único. Cesare Pavese nos lleva directos al amor, pero también al desconsuelo, al sufrimiento, a un paseo por la vida, la muerte, el abandono, y la pena.



Cesare Pavese


Pavese se suicida con solo 42 años, al sentirse rechazado por la mujer a la que amaba, que contrajo matrimonio con otro hombre, la actriz Constance Dowling. La pérdida de su padre a los 9 años, las represalias y estancia en la cárcel por sus escritos antifascistas, le habían marcado ya trágicamente.
La soledad interior será su condena constante. Su mártir, una compañera a la que quiso y no pudo abandonar.


Cesare Pavese y Constance Dowling

El oficio de vivir, su diario literario y existencial nos da la pauta fundamental para la comprensión de su vida y de su obra, así como de su doloroso sentir y de su terrible soledad inconsolable, de su amor rechazado que palpitaba loco de sufrimiento.


Cesare Pavese

Deleitémonos en releer algunos fragmentos de El oficio de vivir, donde la reflexión literaria y la más profunda confesión íntima encuentran lugar:

9 de octubre (1935)

Todo poeta se ha angustiado, se ha maravillado y ha gozado. La admiración por un gran pasaje de poesía no lo es nunca por su sorprendente maestría, sino por la novedad del descubrimiento que contiene. Aunque sintamos un pálpito de alegría al encontrar un adjetivo acoplado con acierto a un sustantivo, que jamás se habían visto juntos, no es asombro ante la elegancia de la cosa, ante la prontitud del ingenio, ante la habilidad técnica del poeta lo que nos conmueve, sino maravilla ante la nueva realidad puesta de manifiesto.

3 de agosto (1936)

Una mujer que no sea una estúpida, antes o después, encuentra una ruina humana y trata de salvarla. Alguna vez lo consigue. Pero una mujer que no sea una estúpida, antes o después encuentra un hombre sano y lo reduce a escombros. Lo consigue siempre.

27 de septiembre (1936)

La razón por la que las mujeres han sido siempre "amargas como la muerte", sentinas de vicios, pérfidas, Dalilas, etc.,  es, en el fondo, solo esta: el hombre eyacula siempre -si no es un eunuco- con cualquier mujer, mientras ellas llegan raramente al placer liberador y no con todos, y frecuentemente no con el adorado -precisamente porque es el adorado- y si llegan una vez, no sueñan ya en otro. Por el deseo -legítimo- de ese placer están dispuestas a cometer cualquier iniquidad. Están obligadas a cometerla. Es lo trágico fundamental de la vida, y el hombre que eyacula demasiado rápidamente es mejor que no hubiese nacido. Es un defecto por el que vale la pena matarse.

30 de septiembre (1936)

Las únicas mujeres con las que la vale la pena casarse son aquellas con las que no podemos atrevernos a casarnos.
Pero esto es lo más atroz: el arte de la vida consiste en ocultarles a las personas más queridas la alegría de estar con ellas, pues de otra manera se pierden.

12 de octubre (1936)

Que en amor un clavo saque a otro clavo será verdad para las mujeres, para las que el problema es precisamente cómo encontrar otro clavo que clavarse en la cavidad, pero para los hombres, que solo tienen un clavo, es menos verdad.

(Ed. Seix Barral, traducción de Ángel Crespo) 




Cesare Pavese


Y ahora... ¿qué os parece si nos adentramos en la intensidad de su sufrimiento, en el abismo de su amor a través de sus versos?



Robert Fundis


SUEÑO


¿Aún ríe tu cuerpo con la intensa caricia
de la mano o del aire y en ocasiones reencuentra
en el aire otros cuerpos? Muchos de ellos retornan
con un temblor de la sangre, con una nada. También
el cuerpo
que se tendió a tu flanco te busca en esta nada.


Damien Hunin


Era un juego liviano pensar que un día
la caricia del alba emergería de nuevo
cual inesperado recuerdo en la nada. Tu cuerpo
despertaría una mañana, enamorado
de su propia tibieza, bajo el alba desierta.
Un intenso recuerdo te atravesaría
y una intensa sonrisa. ¿No regresa aquel alba?




J. Adam Mcgallard

Aquella fresca caricia se habría apretado a tu cuerpo
en el aire, en la íntima sangre,
y habrías sabido que el tibio instante
respondía en el alba a un temblor distinto,
un temblor de la nada. Lo habrías sabido
igual que, un día lejano, supiste que un cuerpo
se tendía a tu lado.





Andrew Wyeth


Dormías con ligereza
bajo un aire risueño de efímeros cuerpos,
enamorada de una nada. Y la intensa sonrisa
te atravesó abriéndote los ojos asombrados.
¿Nunca más regresó, de la nada, aquel alba?

Luis de la Fuente



Tienes rostro de piedra esculpida

Tienes rostro de piedra esculpida,
sangre de tierra dura,
viniste del mar.
Todo lo acoges y escudriñas
y rechazas
como el mar. En el corazón
tienes silencio, tienes palabras
engullidas. Eres oscura.
para ti el alba es silencio.




Jeremy Lipking



Y eres como las voces
de la tierra -el choque
del cubo en el pozo,
la canción del fuego,
la caída de una manzana;
las palabras resignadas
y tenebrosas sobre los umbrales,
el grito del niño- las cosas
que nunca pasan.
Tú no cambias. Eres oscura.

Giovanni Marziano

Eres la bodega cerrada
con la tierra removida,
donde el niño entró
una vez, descalzo,
y que siempre recuerda.
Eres la habitación oscura
en la que se vuelve a pensar siempre,
como en el patio antiguo

donde nacía el alba.

Jan Worst

Mañana
La ventana entornada recuadra un rostro
sobre el campo del mar. Los lindos cabellos
acompañan el tierno ritmo del mar.

Benedetto Poma

No hay recuerdos en este rostro.
Sólo una sombra huidiza, como de nubes.
La sombra es húmeda y dulce como la arena
de una intacta caverna, bajo el crepúsculo.
No hay recuerdos. Sólo un susurro

que es la voz del mar convertida en recuerdo.



Anita Janosova


En el crepúsculo, el agua mullida del alba,
que se impregna de luz, alumbra el rostro.




Dod Procter


Cada día es un milagro intemporal,
bajo el sol: lo impregnan una luz salobre

y un sabor a vívido marisco.

Antonio Cazorla González









No existe recuerdo en este rostro.
No hay palabra que lo contenga
o vincule con cosas pasadas. Ayer,
se desvaneció de la angosta ventana,

tal como se desvanecerá dentro de poco, sin tristeza
ni humanas palabras, sobre el campo del mar.

Anita Janosova










Trabajar cansa

Los dos, tendidos sobre la hierba, vestidos, se miran
     a la cara
entre los tallos delgados: la mujer le muerde los
     cabellos
y después muerde la hierba. Entre la hierba, sonríe
     turbada.




K. Rigoulis


Coge el hombre su mano delgada y la muerde
y se apoya en su cuerpo. Ella le echa, haciéndole dar
     tumbos.
La mitad de aquel prado queda, así, enmarañada.
La muchacha, sentada, se acicala el peinado
y no mira al compañero, tendido, con los ojos

     abiertos.




Denis Núñez Rodríguez



Los dos, ante una mesita, se miran a la cara
por la tarde y los transeúntes no cesan de pasar.
De vez en cuando, les distrae un color más alegre.
De vez en cuando, él piensa en el inútil día
de descanso, dilapidado en acosar a esa mujer
que es feliz al estar a su vera y mirarle a los ojos.




Jeremy Lipking


Si con su piel le toca la pierna, bien sabe
que mutuamente se envían miradas de sorpresa
y una sonrisa, y que la mujer es feliz. Otras mujeres
     que pasan
no le miran el rostro, pero esta noche por lo menos
se desnudarán con un hombre. O es que acaso las
     mujeres
sólo aman a quien malgasta su tiempo por nada.




Heather Stamenov


Se han perseguido todo el día y la mujer tiene aún la
     mejillas
enrojecidas por el sol. En su corazón le guarda
     gratitud.
Ella recuerda un besazo rabioso intercambiado en un
     bosque,
interrumpido por un rumor de pasos, y que todavía
     le quema.




K. Rigoulis


Estrecha consigo el verde ramillete -recogido de la
     roca
de una cueva- de hermoso adianto y envuelve al
     compañero
con una mirada embelesada. 




Jeremy Lipking


Él mira fijamente la
     maraña
de tallos negruzcos entre el verde tembloroso
y vuelve a asaltarle el deseo de otra maraña
-presentida en el regazo del vestido claro-
y la mujer no lo advierte. 




Jeremy Lipking


Ni siquiera la violencia
le sirve, porque la muchacha, que le ama, contiene
cada asalto con un beso y le coge las manos.
Pero esta noche, una vez la haya dejado, sabe dónde
     irá:
volverá a casa, atolondrado y derrengado,
pero saboreará por lo menos en el cuerpo saciado
la dulzura del sueño sobre el lecho desierto.




Luis de la Fuente


Solamente -y esta será su venganza- se imaginará
que aquel cuerpo de mujer que hará suyo

será, lujurioso y sin pudor alguno, el de ella.




Damien Hunin





Last blues, to be read some day
Era un sólo galanteo,
seguramente lo sabías-
alguien fue herido
hace mucho tiempo.


Luis de la Fuente

Todo está igual,
el tiempo ha pasado-
un día llegaste,
un día morirás.


Luis de la Fuente

Alguien murió
hace mucho tiempo-
alguien que intentó,
pero no supo.


Jeremy Lipking

Celos
1
Uno se sienta de frente y se vacían los primeros vasos
lentamente, contemplando fijamente al rival con adversa mirada.
Después se espera el borboteo del vino. Se mira al vacío,
Bromeando. Si tiemblan todavía los músculos,
también le tiemblan al rival. Hay que esforzarse
para no beber de un trago y embriagarse de golpe.


Diego Dayer


Allende el bosque, se oye el bailable y se ven faroles
bamboleantes -sólo han quedado mujeres
en el entarimado. El bofetón asestado a la rubia
congregó a todo el mundo para regodearse con el lance.
Los rivales notaban en la boca un gusto de rabia
y de sangre; ahora notan el gusto del vino.
Para liarse a golpes, es preciso estar solos,
como para hacer el amor, pero siempre está la noche.

Diego Dayer

En el entarimado, los faroles de papel y las mujeres
no están quietos con el aire fresco. La rubia, nerviosa,
se sienta e intenta reír, pero se imagina un prado
en que los dos contienden y se desangran.




Jeremy Lipking

Les ha oído vocear más allá de la vegetación.
Melancólica, sobre el entarimado, una pareja de mujeres
pasea en círculo; alguna que otra rodea a la rubia
y se informan acerca de si en verdad le duele la cara.


Mario Donizetti


Para liarse a golpes es preciso estar solos.
Entre los compañeros siempre hay alguno que charla
y es objeto de bromas. La porfía del vino
ni siquiera es un desahogo: uno nota la rabia
borboteando en el eructo y quemando el gaznate.
El rival, más sosegado, ase el vaso
y lo apura sin interrupción. Ha trasegado un litro
y acomete el segundo. El calor de la sangre,
al igual que una estufa, seca pronto los vasos.




Neil McIrvine



Los compañeros en derredor tienen rostros lívidos
y oscilantes, las voces apenas se oyen.
Se busca el vaso y no está. Por esta noche

-incluso venciendo- la rubia regresa sola a casa.

Luis de la Fuente

2
El viejo tiene la tierra durante el día y, de noche,
tiene una mujer que es suya -que hasta ayer fue suya.
Le gustaba desnudarla, como quien abre la tierra,
y mirarla largo tiempo, boca arriba en la sombra,

esperando. La mujer sonreía con sus ojos cerrados.



Jeremy Lipking

Se ha sentado el viejo esta noche al borde
de su campo desnudo, pero no escruta la mancha
del seto lejano, no extiende su mano
para arrancar la hierba. Contempla entre los surcos
un pensamiento candente. 




Cynthia M. Fesutel


La tierra revela
si alguien ha colocado sus manos sobre ella y la ha violado:
lo revela incluso en la oscuridad. Más no hay mujer viviente
que conserve el vestigio del abrazo del hombre.

Neil McIrvine


El viejo ha advertido que la mujer sonríe
únicamente con los ojos cerrados, esperando supina,
y comprende de pronto que sobre su joven cuerpo
pasa, en sueños, el abrazo de otro recuerdo.
El viejo ya no contempla el campo en la sombra.




Cynthia Feustel


Se ha arrodillado, estrechando la tierra
como si fuese una mujer que supiera hablar.
Pero la mujer, tendida en la sombra, no habla.



Tony Duarte


Allí donde está tendida, con los ojos cerrados, la mujer no habla
ni sonríe, esta noche, desde la boca torcida
al hombro lívido. 




Cynthia M. Feustel


Revela en su cuerpo,
finalmente, el abrazo de un hombre: el único
que podría dejarle huella y que le ha borrado la sonrisa.



Kent Williams



Verano

Ha reaparecido la mujer de ojos entreabiertos
y de cuerpo concentrado, andando por la calle.
Ha mirado de frente, tendiendo la mano
en la calle inmóvil. Todo ha vuelto a resurgir.




David Piddock







En la luz inmóvil del día lejano
se ha quebrado el recuerdo. La mujer ha alzado
la frente sencilla y su mirada de entonces
ha reaparecido. Se ha tendido la mano hacia la mano
y el apretón angustioso era el mismo de entonces.




David Piddock


Todo ha recobrado colores y vida
con la mirada concentrada, con la boca entreabierta.




David Piddock

Ha regresado la angustia de días lejanos
cuando un inesperado e inmóvil estío
de colores y tibiezas emergía ante las miradas
de aquellos ojos sumisos. 




David Piddock


Ha regresado la angustia
que ninguna dulzura de labios abiertos
puede mitigar. Se cobija, fríamente,

en aquellos ojos, un inmóvil cielo.



Antonio Cazorla González


Era tranquilo el recuerdo
bajo la luz sumisa del tiempo, era un dócil
moribundo para quien ya la ventana se aniebla y desaparece.




David Piddock


Se ha quebrado el recuerdo. El apretón angustioso
de la leve mano ha vuelto a encender los colores,
el verano y las tibiezas bajo el vívido cielo.




Antonio Cazorla González


Pero la boca entreabierta y las miradas sumisas
no dan vida más que a un duro, inhumano silencio.



Mario Donizetti



Creación
Estoy vivo y he sorprendido las estrellas en el alba.
Mi compañera continúa durmiendo y lo ignora.




Cayetano De Arquer-Buigas


Mis compañeros duermen todos. La clara jornada
se me revela más limpia que los rostros aletargados.


Seth Garland

A distancia, pasa un viejo, camino del trabajo
o a gozar la mañana. No somos distintos,
idéntica claridad respiramos los dos
y fumamos tranquilos para engañar el hambre.
También el cuerpo del viejo debería ser sano
y vibrante -ante la mañana, debería estar desnudo.


Seth Garland


Esta mañana la vida se desliza por el agua
y el sol: alrededor está el fulgor del agua
siempre joven; los cuerpos de todos quedarán al

descubierto.



Damien Humin



Estarán el sol radiante y la rudeza del mar abierto
y la tosca fatiga que debilita bajo el sol,
y la inmovilidad. Estará la compañera
-un secreto de cuerpos. Cada cual hará sentir su
voz.



Toni Duarte

No hay voz que quiebre el silencio del agua
bajo el alba. Y ni siquiera nada que se estremezca
bajo el cielo. Sólo una tibieza que diluye las estrellas.
Estremece sentir la mañana que vibre,
virgen, como si nadie estuviese despierto.

Anne Worbes


Este precioso, terrible y célebre poema de Cesare Pavese está dedicado a su amor, Constance Dowling, la mujer por quien parece ser que nuestro poeta se suicidó al poner fin a su efímera relación y  rechazarle. 


Constance Dowling


Una bella actriz estadounidense por quien Pavese se volvió loco de amor y con quien mantuvo una breve pero intensa relación.


Ku Myung Sun


Vendrá la muerte y tendrá tus ojos...

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
-esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo-. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito acallado, un silencio.


Cayetano De Arquer-Buigas

Así los ves cada mañana
cuando sola sobre ti misma te inclinas
en el espejo. Oh querida esperanza,
también ese día sabremos nosotros
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como contemplar en el espejo
el resurgir de un rostro muerto, 
como escuchar unos labios cerrados.

Mudos, descenderemos en el remolino. 



Constnace Dowling, la musa trágica de Pavese

Este paseo por el desgarro, el amor, el desamor, el sentimiento instalado en el costado izquierdo de Cesare Pavese, el dolor, el abismo no ha dejado a nadie indiferente, ¿verdad, amigos?


Antonio Sgarbossa

No dejemos, entonces, de ofrecer un fragmento narrativo, de su novela La playa, a ver qué os parece esta invitación a irnos de viaje a casa de su amigo Doro:

Desde hacía tiempo había quedado con mi amigo Doro en que iría a pasar una temporada con él. Quería mucho a Doro y cuando, al casarse, se fue a vivir a Génova, lo sentí de veras. Cuando le escribí para decirle que no podía ir a la boda, recibí una respuesta seca y arrogante en la que me explicaba que si el dinero no sirve ni para establecerse en la ciudad que gusta a la mujer, no se comprende para qué puede servir. Luego, un buen día, de paso por Génova, me presenté en su casa e hicimos las paces. Me cayó muy simpática la mujer, una granujilla que me dijo graciosamente que la llamase Clelia y nos dejó solos todo el tiempo oportuno y cuando a la noche reapareció para salir con nosotros, se había convertido en una encantadora señora a quien, de haber sido yo otro, habría besado la mano.
       Durante aquel año pasé varias veces por Génova, y siempre iba a verles. Casi nunca estaban solos, y Doro, con su desenvoltura, parecía haberse adaptado a las mil maravillas al ambiente de su mujer. O más bien debería decir que era el ambiente de la mujer el que había reconocido en él a su hombre, y Doro les dejaba hacer, despreocupado y enamorado. De cuando en cuando tomaban el tren él y Clelia, y hacían un viaje, una especie de viaje de novios intermitente, que duró casi un año. Pero tenían el buen gusto de aludir apenas a ello. Yo, que conocía a Doro, estaba satisfecho de este silencio, pero también envidioso: Doro es una de esas personas a las que la felicidad vuelve taciturnas, y viéndole ahora siempre tranquilo y entregado a Clelia, comprendía cuánto debía gozar en la nueva vida. En realidad fue Clelia quien, cuando tuvo un poco más de confianza, me dijo, un día en que Doro nos había dejado solos:
       —Oh, sí, está contento —y me clavó la mirada con una sonrisa furtiva e irrefrenable.


Antonio Sgarbossa


 Esperamos con avidez vuestra reacción y vuestros comentarios. Un abrazo grande para todos. 

Caytano De Arquer-Buigas


Hasta pronto.

*(Traducciones de los versos del italiano al español de Carles José i Solsora)

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