miércoles, 11 de enero de 2017

"Amistades de Navidad", por Manuel Chica

Primer Premio del concurso de relatos navideños del CEPA Rosalía de Castro de Leganes 2016. Categoría: Iniciales.


AMISTADES DE NAVIDAD
Manuel Chica (4ºA)


Era un día de otoño de 1942 en el que no hacía frío. A las afueras de un pequeño pueblecito de la comarca de Zaragoza había un chopo solitario, regado muy de cerca por las cristalinas aguas de un pequeño arroyo que discurría a su paso por el pueblo. En el ocaso de su vida se encontraban las hojas que, movidas por el viento, caían lentamente unas tras otras, cuando de pronto, se oye una voz temerosa que decía:

-No, no quiero morir. Me da mucho miedo caer de tanta altura-. Una hojita que gritaba desesperada por su cercano final se resistía a caer. En esto, un pequeño golpe de viento la hace caer. Ella, al ver que se precipita al vacío, intenta aferrarse sin saber muy bien a qué y comienza a agitar su pequeño cuerpo casi redondo…

Entonces percibe que su caída se hace más lenta y en forma de zigzag y al instante piensa que al llegar al suelo no sufrirá daño alguno. En esto que una suave brisa la hace volver a elevarse, al verse movida por la brisa se siente feliz pero sabe que su final está cercano, no obstante, movida por el viento y en un esfuerzo de su pequeño cuerpo, consigue caer al otro lado del arroyo y queda atrapada entre las briznas de hierba.

-No puede ser, no, no, me resisto a creer que terminaré aquí, seca, demacrada y fea. No quiero este final para mí. Dios mío, siempre quise ser esa hojita del abeto que hay en la plaza donde se celebra la Navidad. (Lo divisaba desde mi árbol, qué bonito y qué porte, me dije siempre)-. La hoja, viéndose atrapada entre la hierba, sigue soñando.

-¡Cómo me hacía soñar con ese abeto el pajarillo que se posaba en mi rama y me decía, con su canto, lo bonita que era la navidad! Yo, tristemente, no podré celebrar ni una sola.

Con sus tormentos estaba y afligida por su cercano fin, cuando una hormiga comienza a moverse a su alrededor buscando alimento. La hormiga, en su voluntarioso trabajo, sube y baja por encima de la hoja. Esta, al sentir el cosquilleo, no puede resistir y suelta una sonora carcajada. La hormiga, sorprendida y sobresaltada, le dice:

-¡Vaya susto me has dado! ¡Nunca había visto reír con tantas ganas a una hoja!- La hoja responde.

-Ni a mí tampoco me había hecho tantas cosquillas una hormiga (y eso que había muchas en el árbol).

                La hoja comienza a hablar con la hormiga y durante su graciosa charla, le dice:
-         ¿Tú me podrías hacer un favor?

Al momento la hormiga le responde:

-         Pues claro, ¡si estamos en Navidad! No te puedo negar nada, dime qué necesitas.

       Entonces nuestra hormiga se sincera y dice:
-        Como bien sabes, yo nunca podré celebrar una sola Navidad, per se me ocurre que si tú me pudieras llevar a los pies del abeto que está en la plaza, podría acabar mis días allí, así podría servir de alimento a tu especie, y a la vez yo me sentiría feliz en mi disposición por tomar parte del abeto que siempre sonríe. En la primavera venidera posiblemente sería esbelta y delgada (no como ahora) y podría disfrutar desde mi posición, viendo las luces, los adornos y, sobre todo, las cara de alegría e ilusión de tantas y tantas familias que vienen con sus niños a ver cómo se inicia esta maravillosa Navidad.

     La hormiga, emocionada y conmovida, la mira diciéndole:
-         Me has hecho muy feliz enseñando lo que para ti es un sueño, no dudes que lo intentaremos realizar. No te preocupes, tardaremos algún día pero te llevaré suavemente con mis pinzas.

     Así comenzó el sacrificio que suponía tan alta meta para una pequeña hormiga con tan pesada carga. Al cabo de diez días consiguieron llegar a su destino: una exhausta y desfallecida por el esfuerzo, la otra limitada ya en su final de proceso natural y siendo conscientes de que todo tocaba a su fin. Se fundieron las dos en un fuerte abrazo, formando parte, ya para siempre del abeto de Navidad.

"La Navidad", por Tatiana Romaniuc

Mención honorífica en el concruso de relatos navideños del CEPA Rosalía de Castro de Leganés 2016. Categoría: Secundaria y Ciclos.



LA NAVIDAD
Tatiana Romanciuc (2N-G)


LA NAVIDAD

En mi tierra los síntomas de la navidad son el frío y la nieve. Sobre todo la nieve.

Tenía ocho años cuando decidí conocer a Papá Noel.

Nosotros, en mi país, no tenemos Reyes Magos, solo tenemos a Papá Noel acompañado de su nieta para ayudarle a repartir los regalos. Así que me propuse no dormir y ver cómo me dejaba el regalo debajo del árbol y la chocolatina debajo de la almohada.

Llegó el esperado día. Mi hermana y yo estuvimos todo el día con el trineo. Llegamos a casa cansadas, con los pies mojados por la nieve que se nos coló por las botas. Mi padre nos recordó que era la noche de la visita del Papá Noel así que nos tenemos que portar bien e irnos pronto a la cama.

Así fue, cenamos y nos fuimos a la cama. Yo no quería dormir pero el cansancio y el sueño podían conmigo. Estaba a punto de quedarme dormida cuando vi entrar a mi padre.

Se acercó, me dio un beso en la frente y me dejó la chocolatina debajo de la almohada. No me lo podía creer. En un momento le di sentido a todo. El por qué los pantalones que me regalaba Papá Noel eran de mi medida, la chocolatina era mi favorita, del por qué el pelo blanco de mi padre, porque mi padre tiene el pelo blanco desde los veintisiete años.

Tenía el mejor papá del mundo.

A la mañana siguiente le conté a mi hermana (que me saca cuatro años) lo que descubrí, que nuestro padre era el Papá Noel que nos traía los regalos a nosotros y a todos los niños.

Un par de años más tarde entendí la carcajada de mi hermana.

"Siempe será Navidad", por Jesús Linares

Primer Premio del concurso de relatos navideños del CEPA Rosalía de Castro de Leganés 2016. Categoría: Secundaria y Ciclos.


SIEMPRE SERÁ NAVIDAD
Jesús Linares (Nivel 2G)

DICIEMBRE 1942. FRENTE DE LENINGRADO (RUSIA)

…Y por fin Tomás consiguió el preciado permiso de Navidad. Era mediados de diciembre, no había pasado la Navidad con su mujer y su hijo desde hacía dos años y estaba ansioso por ver al pequeño disfrutar de esas fechas tan emotivas, puesto que cuando tuvo que partir el pequeño Jesús no levantaba un palmo del suelo ya que solo tenía meses. Tomás estaba lleno de gozo y la sonrisa que se dibujaba en su rostro, no se le quitaba ni por el frío ni por los disparos enemigos.

Pero todo se torcería, a que un imprevisto le haría tomar la decisión más importante de su vida. Justo después de contarte por carta a su mujer la buena nueva, una patrulla estaba siendo asediada al otro lado del lago Illmen.

-¡Soldados, se precisan voluntarios para ir al socorro de los nuestros! Dar un paso al frente los que os dispongáis a ir a tal misión- gritó el capitán a la tropa.

Tomás con el salvoconducto y eprmiso entre sus maños dudaba de dar el paso, mientras su cabeza y corazón debatían en ir  o no. Él solo pensaba en su hijo Jesús y su mujer Sonsoles. En un minuto que se hizo un mundo, sin quererlo, había dado el paso al frente. Ya no habría marcha atrás. La decisión estaba tomada.


MADRID 1942
La mujer de Tomás y su hijo se preguntaban si su querido marido y padre acudiría en esas fechas señaladas. Jesús siempre preguntaba por él. La madre le leía una y otra vez las cartas que recibían del frente, eso sí siempre acababan regadas con lágrimas de los dos.

RUSIA
Todo estaba dispuesto para la marcha, todos le pedían a Tomás que no fuese a dicha misión, ya que era peligrosa. Pero como soldado español no podía dar marcha atrás. No tardaron en llegar a la zona conflictiva cuando fueron rodeados por el enermigo y tomados prisioneros. Tomás con lágrimas en los ojos daba por perdido su permiso y sus preciadas navidades. Fueron trasladados con violencia a un campo de prisioneros en el gulag siberiano. A Tomás le cambió el rictus de la cara y  ya no volvería a sonreír en muchos años. La tristeza y el agotamiento se apoderó de él.

MADRID 25-12-1942
Llegó la ansiada Navidad, pero el que nunca llegó fue Tomás. Sonsoles, que días atrás había recibido la carta diciendo que volvería por Navidad, lo recibió con mucha alegría, pero según avanzaban las fechas y él no aparecía su pena se acrecentaba más y más. Y Tomás no apareció ni ese año ni el siguiente…

CAMPO DE PRISIONEROS. DICIEMBRE 1945
Tomás al igual que sus compañeros estaba exhausto por las penurias y el trabajo físico que eran obligados a realizar. Las cartas eran requisadas y era necesario pagar para que las cartas llegarán a su destino. Los años pasaban y ellos seguían prisioneros, aunque la guerra hacía meses que había terminado.
-         ¿Cómo estarán Sonsoles y Jesús? ¿Me habrán dado por muerto? ¿Volveré a verlos algún día?
Esas preguntas ametrallaban su cabeza insistentemente, los días y sobre todo las noches eran eternas.

PUERTO DE BARCELONA 2-04-1954
Y por fin el milagro sucedió y ese día atracó en el puerto de Barcelona un barco lleno de nostalgia, tristeza, alegría y lágrimas. Se llamaba Seminaris y en él venían todos los prisioneros españoles que habían padecido las penurias en tan lejano país.
Tomás había pasado trece años de cautiverio, lejos de su amada patria y su querida familia. Ahora que estaba tan cerca de ellos, un temor le petrificaba el cuerpo entero, no paraba de pensar cómo reaccionarían Sonsoles y Jesús cuando le vieran. La multitud esperaba ansiosa en el puerto a que aquellos héroes pisasen tierra. Todos los pasajeros del barco lloraban, no sabían si de gozo o de qué, pero lo cierto era que sus ojos se cubrían de lágrimas. Sonsoles y Jesús esperaban con felicidad el regreso de Tomas, que nada más embarcar mandó la noticia de que por fin volvía a casa.
Se encontraron los tres, no se dijeron nada, solo se miraban y lloraban, se abrazaron con fuerza, pero nadie quería decir la primera palabra.

Por fin Jesús dijo:

-Papá tenemos que celebrar muchas navidades atrasadas, sus ojos lloraban mientras que veía a su padre.

Tomás tomó a los dos de la mano y dijo:
-         Sí, vamos tesoros míos, celebraremos cada una como se merece. Jamás os he olvidado. Para nosotros siempre será Navidad.